Hay momentos, en los que morimos de ganas de decirle a cierta persona, algo que para nosotros es muy importante. Por la noche, lo planeamos todo, y es ahí cuando pensamos "no derramaré lágrimas ahora, prefiero guardarlas para mañana, cuando le diga esto."
Llega ese "mañana" y buscamos el momento indicado para decir lo que teníamos planeado. Pero no lo encontramos, o simplemente apareció y nos dijimos a nosotros mismos "mejor más tarde", sin pensar en que tal vez, no podríamos decirlo después.
Finalmente, cuando estamos al borde del precipicio, a punto de cumplir con nuestro objetivo y tenemos un pie en la tierra, y el otro en el aire, amagamos a hacer lo que nos propusimos. Pero casi instantáneamente, nos retractamos y decimos "no te preocupes, no es nada."
Luego, cuando ya estamos con ambos pies sobre la tierra, aguardamos un momento y empezamos a arrepentirnos. Nos ponemos a pensar lo estúpidos que fuimos al no hacer lo que debíamos, en el momento que debíamos. Pero ahí está la voz amiga que nos dice "no te preocupes, ya habrá otra oportunidad."
Creemos en lo que esa vocecita nos dice, y confiamos en que la próxima oportunidad llegará pronto. Pero la espera nos carcome por dentro, y en las dos noches que pasamos esperando a que ese momento vuelva a llegar, nos olvidaremos de lo ocurrido y puede que nunca lleguemos a decir lo que pensábamos. También puede que la otra persona no lo olvide, y nos recuerde que teníamos que hacer algo importante. Espero que en ese momento no nos retractemos denuevo, y hagamos las cosas de frente, sin vueltas. Espero que digamos lo que planeábamos, pero esta vez, de verdad.