
Ahora en mi cabeza, en mi propio recuerdo, la película avanza velozmente. Y de un momento salta a otro, de una risa pasa a un relato nostálgico y viceversa. Y aunque todos esos sucesos fueron iguales de importantes que todo lo que ocurrió después, mi mente no hace otra cosa que no sea enfocarse en ese preciso instante en el que intenté pararme y escuché un pedido en tu voz que había estado esperando toda la vida. Y sonreí como si hubiera acontecido un milagro, giré la cabeza hacia vos (aún con la sonrisa impregnada en el rostro, imposible de quitar) y no dudé. No arrugé en ningún segundo, ni siquiera mientras tenía en mis manos el tesoro de tus mejillas frío/calientes. No pensé. Una vez más, fui puro instinto, puro desliz, pura pureza (valga la redundancia) del instante. Pero esta vez, como siempre, fue diferente. Porque cada momento es único e irrepetible, como todos nosotros, y esa es una de las cosas más bellas y misteriosas del universo que nos rodea,que nos conforma, que nos hace y deshace a su regalada gana.
Y aunque parezca patético y suene gracioso, aún tengo grabada en la memoria mi cara sonriente, las mejillas coloradas como una nena y el recuerdo latente en los labios. De hecho, vi mi propio reflejo en el bondi yendo a casa, y sonreí aún más, incrédula, sorprendida de mí misma y de la eterna inocencia del ser humano.
También se me asoma al corazón el momento en que vi tus ojos abrirse ante mi, justo después de haberse cerrado para entregarme el mundo. Y naturalmente, no pude evitarlo y te elogié. Y apareció esa sonrisa y se hizo ese pequeño bache en las mejillas, ese que te queda tan bien cuando hablas y reís.
Y si, este escrito es sumamente cursi y extremadamente prematuro. Pero es necesario. Es verdaderamente necesario crear un recordatorio, por más ridículo que sea, de esos labios suaves al tacto, de esa lengua inquieta, esa mano paseando por mi pierna, ese choque entre dientes que no dolió nada, y ese brillo indescriptible, indescifrable y hermoso que tenía la luz de tus ojos cuando me mirabas bien de cerca.
(Aún recuerdo que me tembló tanto el cuerpo que me creí un pedazo de papel...)
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