People change, feelings change. It doesn't mean that the love once shared wasn't true and real. It simply just means that sometimes when people grow, they grow apart.
Mi foto
Escritora desde que aprendí a posar el lápiz sobre el papel. Completamente indecisa. Poseedora de una mente peligrosamente abierta. Inteligente, con un ego filoso y un humor ácido. Todos los días intento ser una mejor versión de mí misma.

Volví. ¿Me extrañaron? Después de dos semanas y un poco más, volvemos al ruedo. Y llegué. Llegué algo distinta. Allá terminé un libro. Como me sentí sola, comencé otro. Al terminarlo, volvió la soledad. Esa pregunta típica: "¿y ahora qué hago de mi vida?", volvió a rondar por mi cabeza. Así que la ahuyenté comenzando una nueva historia. Aún no la terminé. Pero cuando lo haga, cuando, algún día, se me terminen todos los libros del mundo, me preguntaré: "¿No será hora de comenzar una historia propia?".
Allá tuve miedo de encontrarme. ¿Lo había hecho realmente? Me asustaba, me sorprendía, me enamoraba cualquier cosa que tuviese a simple vista, o en la misma mente. Me sentía perdida. Sí, creo que esa es la palabra justa. Perdida. Por un momento creí que iba a enloquecer. Siempre lo dije: lo peor es estar encerrado con uno mismo. Y, una vez más, la petisa poetisa tenía razón.
Dejando de lado mis mambos psicológicos que quizás no tengan cura, estuve feliz. Cumplí con unos proyectos que tenía en mente: fui a visitar el monumento a Alfonsina Storni, una gran poetisa; pegué una poesía mía en aquel monumento que hizo que mis ojos se humedecieran con solo posar a su lado para una simple fotografía; escribí una poesía en la playa; leí más (mucho más), entre otras cosas.
Paseé. Reí. Muy rara vez, lloré. Me divertí. También me enojé, pero era de a ratos. Tapé el enojo con los libros.
Me perdí en librerías. Algunas enormes, otras pequeñas. Recibí dos pulgares en alto por mi poesía (de una pareja de ancianos, muy amables, por cierto). Sentí esa emoción al encontrarme a mí misma en la descripción de una novela, y, finalmente, terminé llevándomela. Encontré en un diario tirado a la basura, una entrevista a una de mis escritoras favoritas, Isabel Allende, y me lo quedé...
En fin, hice muchas tonterías, pensé varias ridiculeces, cumplí proyectos, leí bastante, y, sobre todo, escribí.
¡Fui feliz en La Feliz!

Me encanta viajar. Estar sentada en el auto durante horas, mirar hacia la ventana, perderme en música, recuerdos, anécdotas. Eso me da seguridad. El estar rodeada de mis pertenencias, con mi familia, yendo a ser aún más felices.
Y luego, después de unas cuantas horas, llegar a destino. Dejar todo rápidamente en el departamento, ordenar con ansiedad, reír, saltar, jugar. Y comer, para luego vestirnos rápido, alistarnos para ir a lo que tanto estuvimos esperando: la playa. Al llegar, automáticamente nos descalzamos para sentir, después de tantos meses, esa cálida arena que a mi me gusta tanto. Mis hermanas corren delante de nosotros, con las ojotas en mano. Mis padres están detrás, con las típicas cosas de playa. Y yo, siempre en el medio, con alguna que otra cartera de mi mamá en la mano y mis ojotas negras en la otra.
Vamos a buscar ubicación, y cuando la encontremos, lo primero que haremos es depositar las cosas y recostarnos un rato. Luego, mis hermanas y yo tocaremos finalmente el mar.
No voy a seguir relatando la rutina. Quizás esta vez sea diferente, quién sabe... Solo sé que con tan solo pensar en la arena, el sol, el mar, las salidas nocturnas y la comida, yo me siento tan feliz, tan optimista.
Faltan solo tres días aproximadamente. Tres días para ir a Mar Del Plata. Uno de los propósitos que me puse al llegar ahí, es ir al lugar donde se suicidó Alfonsina. ¡Cómo me encantan las poesías de esta mujer! El libro de su Antología Poética está en mi bolso ahora mismo, junto con Neruda y me parece que María Elena Walsh.
En mi equipaje se puede notar que cambié, que crecí, a comparación con las últimas vacaciones. Ahora se encuentran libros, hojas rayadas destinadas a futuras poesías, escritos, computadora para hacer obras de teatro y continuar con alguna que otra novela. También se pueden ver algo de ahorros, maquillajes, algunas vinchas, mi plancha para el pelo, entre otras cosas relacionadas con la cosmética. Es tan lindo ir a la playa considerándose casi realizada...

Supertorpe


Seis de enero del 2013. Abro los ojos y me encuentro con mi hermana y mi mamá mirándome, como esperándome. "Cierto, es seis", pensé. Y entonces hice un esfuerzo sobrenatural para levantarme de la cama y fingir entusiasmo. No pude. Quise hacer una broma. Pensé que se reirían, pero se enojaron. Me enojé yo también. Me volví a la cama. Mi mamá desde el comedor decía oraciones que, aunque no lo haya dicho específicamente, significaban una sola cosa. Algo que todos estaban pensando, pero que solo mi papá se atrevería a decirme (debido a que él es el que me lo dice, me lo reprocha siempre). Querían decirme desagradecida.
La verdad es que no quise hacerlos sentir así. Sé que les cuesta todo, hasta el más mínimo centavo. Pero no sé en qué carajo estaba pensando. Se supone que soy una persona inteligente, responsable, más adulta que mis dos hermanas. ¿Por qué no me comporté como una?
Cosas como estas me arruinan el día. Me caga saber que aún me comporto como si tuviese siete años. (¿Qué pasa conmigo? ¡Tengo que ser grande! ¡Tengo que crecer! ¡Madurar ya!) Seguramente eché a perder las ilusiones de mi hermana menor. Y no hay cosa peor que arruinar los sueños de un niño.
Nuevamente me siento como una especie de Grinch. No, mentira. Soy peor que el mismísimo Grinch.
Si tuviera la posibilidad de levantarme y comenzar de nuevo... Algo me dice que este día va a ser pura mierda. (De seguro no me dejen ir a lo de mi novio. Todo por una estúpida mala actitud. ¿Cuándo voy a madurar y a mantener a todos satisfechos conmigo?) 
Ayer dije que no existían los días perdidos. Que aunque haya sido un mal día, tenía algo bueno. Que siempre había que sacar lo mejor de esos malos días. Yo algo saqué. Nota mental: no permitirme volver a ser tan estúpida nunca más. ¡Madura ya!

"T" de Temores


Tengo miedo a que el tiempo nos atrofie. A que me vuelva vieja, con arrugas, celulitis en las piernas, la cara caída. Tengo miedo a que la magia desaparezca, que el tiempo se vaya junto con nuestras cosas en común y que terminemos durmiendo con el enemigo, con alguien que se transformó en un completo desconocido. Le temo a que de la noche a la mañana, al despertar, vea que todo ha cambiado, que pasaron veinte años y que las cosas se esfumaron, se apagaron como luz de vela. Le temo a la vejez. Le temo a que nuestros humores cambien constantemente, a que llegue determinado tiempo en el que no soportemos ni siquiera vernos a la cara. Le temo a que seamos como esos matrimonios, esas parejas oxidadas que vemos pasar por la calle, que vemos comer en los restaurantes, que vemos discutir en el auto, siempre con la misma cara. Ésa que refleja cansancio, estrés, quizás soledad a pesar de que estén acompañados desde que se levantan hasta que se acuestan. Le temo a que terminemos diciéndonos todos los días las mismas palabras. A que "¡Hola! ¿Cómo te fue hoy?", sea nuestro único diálogo. Le temo a que dejemos de compartir cosas, aunque sea música, miradas, sonrisas, carcajadas. Le temo al convertirme en una mujer "cotidiana" (para no decir "normal"), esas que vemos en los supermercados con pantalones anchos y remeras de entre casa con un rodete en la cabeza y sin nada en que pensar excepto la cena de esa noche y el almuerzo de mañana al mediodía. Le temo a que vos te conviertas en esos obsesionados con el trabajo, aquellos que descuidan a sus hijos y su esposa, y que lo único que hacen es sentarse a comer y mirar televisión mientras que su esposa lava, plancha, limpia,cocina, atiende a los hijos, todo al mismo tiempo. En resumen, creo que lo mejor es decir que le temo a lo normal. Eso se debe a que siempre he pertenecido al bando contrario, es decir, que nunca fui demasiado normal. Si el mundo se dividiera en "normal" y "anormal", yo creo que encajaría mejor en el segundo grupo que en el primero. Lo cotidiano me asusta.
Tengo tantas ganas de que lo que tengo ahora nunca desaparezca... tengo tantas ganas de seguir viviendo en mi mundo anormal junto a vos. [Que no decaiga, por favor. No dejemos de ser así...]
Primer desvelo del año. El primero, y ya está cargado de nuevas ilusiones, nuevos proyectos, viejas sensaciones, viejas inspiraciones.
Ya en la víspera de año nuevo estuve bastante recargada. Escribí en dos de mis cuadernos de manera fugaz y apasionada, como si representara un abrazo entre dos personas que hacía ya tiempo que no se veían... luego, ya por la madrugada del primero de enero, continué con el libro que hace poco había empezado. Creo que fue el primer libro que leí en ese lapso tan corto de tiempo, si no me falla tanto la memoria. ¿Cuándo me lo compré? Quizás a principios de diciembre. Cuestión que continué con él hasta terminarlo, a pesar del sueño, a pesar del cansancio. Tardé un mes en leerlo todo. Para mi fue bastante rápido, comparado con otros... es más, todavía tengo que terminar un par de libros más. Entre ellos está el que empecé el verano pasado. ¡Si no habrá pasado tiempo! Pobre muchacha, tan abandonada la dejé.
Volviendo al principio: tengo nuevos proyectos. Traté de renovarme un poco antes de empezar el año, como para comenzar de manera distinta. Y así fue. De golpe y porrazo, pasé de estar sentada mirando la pantalla incansablemente esperando a que me hablara, a investigar en la misma computadora qué podía hacer para seguir adelante con mi escritura. "Ya está. El capítulo del que formas parte ya debe estar más que cerrado. Es hora de continuar", dije y le di para adelante.
Al parecer los deseos que deposité están empezando a palpitarse. Aunque aún no me animo a decir demasiado. Con el tiempo aprendí que no debo ilusionarme más de la cuenta. Solo lo justo y necesario, como todo en esta vida. De cualquier modo, debo admitir que algo entusiasmada estoy. Con solo pensar la posibilidad de que se me de de vuelta... Creo que ya estoy soñando demasiado alto. (O quizás no). Igualmente, obtendré lo que merezca, ni más ni menos. "Dios no te da más de lo que no puedas soportar", o algo así leí en alguna revista mientras esperaba pacientemente en la recepción del dentista. Recibimos lo que tenemos que recibir, y eso es todo. Al fin y al cabo, llegaremos a esa conclusión de todos modos, tarde o temprano... ¡qué inspirador mi primer desvelo del año!