People change, feelings change. It doesn't mean that the love once shared wasn't true and real. It simply just means that sometimes when people grow, they grow apart.
Mi foto
Escritora desde que aprendí a posar el lápiz sobre el papel. Completamente indecisa. Poseedora de una mente peligrosamente abierta. Inteligente, con un ego filoso y un humor ácido. Todos los días intento ser una mejor versión de mí misma.

Historia de una noche de invierno

Se terminaban todas las esperanzas, se iban con un suspiro. En un simple y sencillo parpadeo, habíamos destruido lo que nos costó un largo tiempo construir. Si mirábamos para atrás, solo quedaban ruinas, restos de besos, sensaciones perdidas, caricias medias borradas del mapa. Si enfocábamos la vista en el presente, nos encontrábamos con sábanas rosas, una noche fría y lágrimas derramadas y por derramar; con palabras hirientes, sentimientos enfrentados, pensamientos negativos. Pero si mirábamos hacia adelante... ¿qué podíamos ver? Tú quizás lo veías todo: un sol radiante brillando sobre nuestras cabezas como en los añorados viejos tiempos, sonrisas tímidas ya vistas, miradas largas e intensas que podían volverse a repetir. En cambio yo...quizás no veía nada. La lluvia me impedía mirar hasta lo que tenía en frente de mi nariz.
En el presente yo estaba perdida, como nunca antes lo había estado. Veía tus ojos y no encontraba nada, solo rencor e impotencia. Heridas que no sanan y se infectan de otras bacterias que se impregnan en nosotros por casualidad.
De repente, mis mejillas se volvieron negras. Mi nariz hacía sonidos extraños y no me dejaba respirar como se debe. Me estrechaste contra tu pecho. Tus manos cubrieron mi rostro y sin darme cuenta, ya me estabas mirando. Me encontraba en un estado patético, lamentable. Ojos rojos, sonrisa caída, mejillas con restos de maquillaje que luego me costaría sacar. Me estabas mirando, me estabas hablando, y más tarde, me estabas estrechando una vez más, esta vez con mayor fuerza y seguridad. Y no bastó nada más. El silencio, rey de la situación, se encargó de decir a gritos lo que ninguno de nosotros se hubiera imaginado: quizás era una despedida, quizás era el final.

A la espera del invierno

Sigo en la misma sintonía: las cosas no han mejorado del todo. Sonrío de vez en cuando, pero así como estuve riendo hasta quedarme sin poder respirar, una sola palabra me hizo saltar las lágrimas sin siquiera decir más. Pregunté "¿de verdad soy muy forra con la gente? ¿Soy hiriente cuando digo las cosas?". Hiriente. Ésa fue, literalmente, la gota que rebalsó el vaso. Solo esa palabra bastó para que lloviera en mi fría noche de junio. ¿Por qué? No lo sé. Simplemente, sucedió. De repente me encontré sola en una oscuridad tan profunda que no hacía falta cerrar los ojos para verlo todo negro. Me asfixiaba. Todo era calor, como una especie de extraño vapor que solo se siente cuando se respira muy agitado. Sentía gotas cálidas echándose una carrera por mis mejillas. También era protagonista de cómo una extraña sensación se apoderaba de mi boca y garganta. Podrían ser síntomas de alguna especie de enfermedad, diría cualquiera. Pero no lo era. O al menos no podía concentrarme en eso en ese momento, ya que mi mente estaba enredada entre los cables de la desesperación, las palabras cruzadas, malentendidas, malinterpretadas,  y los silencios que decían incoherencias a gritos.
La cuestión es que me encontré debajo de mis sábanas, fingiendo que quería morir cuando en realidad todo lo que quería era que alguien me dijera "sigue adelante por mí." Quería que me hablara la vida. 

Hoy quiero decir algo de lo que me di cuenta ayer: aún quedan personas buenas. Aún habita la generosidad en aquellas personas que saben contenerla. Aún se puede confiar, aún se puede querer, aún se puede amar. Aún podemos empezar a conocer sin temor. Aún podemos preguntar "¿me dirías la hora?" sin que la otra persona desconfíe de vos. Aún podemos recibir, aún podemos dar.
Todavía quedan las sonrisas, todavía queda la imaginación, la alegría. Todavía estamos a tiempo de arreglar los errores y, por qué no, de cometer otros nuevos. Todavía podemos dejarnos llevar, aunque no sea lo correcto y eso se note a leguas. Todavía podemos mirarnos a los ojos, tanto a un conocido como a un peatón que cruza la vereda de en frente. Todavía podemos encontrar gente que piense como uno, y también a quien piense diferente. Todavía podemos mirar a nuestro alrededor y pensar. Todavía podemos mordernos los labios de excitación anticipada. Todavía podemos escribir, cantar, bailar, dibujar, pintar. Todavía podemos hacer arte. Todavía podemos hacer el amor. Todavía podemos escribirle. Todavía podemos abrazarle. Todavía podemos, hasta perdonarle. Todavía queda amor, queda arte, y quizás un poco de bondad. Todavía estamos a tiempo. ¿Qué estamos esperando? ¿Qué vamos a hacer con nuestra única vida?

"No sé si me puse serio o me estoy riendo, si quiero abrazarte o salir corriendo. No es nada fácil seguirme el paso, menos que mire al piso y te haga caso. Puede que sea difícil hablar conmigo, a veces soy incoherente o me contradigo. Puedo gritarle a la gente que mas quiero, tal vez abrace a todos mis enemigos..."- NTVG, El último jefe.

Últimamente ando así. Hace ya una semana, o quizás un poco más, para ser precisos con el tiempo. Suelo lanzar groserías al aire, pegarle una patada al piso, agarrame la cabeza y tirarme fuerte de los pelos, esconderme e intentar llorar en vano. Me siento perdida. Sé que lo estoy. Quizás padezca de esquizofrenia paranoide o de algún otro tipo de trastorno mental, pero siento que estoy bajo la lupa en todo momento. Creo oír que hablan mal de mí a mis espaldas, pienso que todas aquellas malas contestaciones van para mí; siento las miradas que me fulminan, me atraviesan el alma y me dejan sin aire. Y no, no es que tengo culpa por algo, porque la verdad es que soy más que consciente de que no he hecho absolutamente nada malo. Sin embargo...todas esas cachetadas van para mí, y aunque no parezca, a mi también me afectan las cosas. No sé si lo notan, pero soy más débil que una torre de naipes: con el más mínimo viento, me derrumbo. A veces por completo, otras voy haciéndolo de a poco. Esta vez, es la segunda opción. Se aproximan ventiscas que son algo leves, pero que hacen que los naipes vayan cayendo uno por uno. Y así duele más, ¿verdad? Es como cuando te quitas la curita de a pedacitos, duele mil veces más que si te la arrancas de un tirón.
Creo que el universo conspiró, se puso de acuerdo para que durante esta semana (y, como ya dije, quizás un par de días más) la gente me tire toda la mierda a mi. No lo sé. La cuestión es que me siento cada vez más débil, más floja. Una mínima palabra me hace llorar, un mísero recuerdo me hace temblar, con tan solo una mirada empiezo a transpirar... Me estoy volviendo loca, paranoica. Estoy perdiendo la cabeza, y lo peor es que siento que nadie va a ayudarme a encontrarla. Quizás deba aprender a estar sola. ¿Por qué me cuesta tanto? Tendría que concentrarme en otras cuestiones, en otros temas, poner esta energía en algo especial para mi. Quizás es hora de mimarme un poco más, de mirar para adentro y empezar a valorarme sin importar lo que los demás me digan. Es decir, sé que soy maravillosa, única; sé que soy "de esas que no se encuentran más", pero no soy inmune al mundo externo, y me afecta mi alrededor. Porque, aunque no lo parezca chicos, yo también soy persona: soy humano, me equivoco, pienso, amo; a veces lloro, otras río, quizás hasta canto. Me encantaría que, aunque sea por una miserable vez, fueran capaces de recordar eso...

Simplemente yo


No sé bien qué tipo de chica soy. Es decir, por fuera parezco la típica nerd. Lo sé desde que tengo memoria. Llevo lentes negros con forma algo rectangular, mi cabello es largo y ondulado, nunca me visto a la moda, mi sonrisa está -por fin- derecha, y siempre tengo algo que acotar a la clase. Todos piensan que "me lo sé todo", desde álgebra hasta la literatura griega; desde la vida de Cristobal Colón hasta la novela que está escrita en inglés desde principio a fin. Pero, dejando de lado las cosas escolares, tengo otros factores que me convierten en "la nerd por excelencia": mi nivel de vida social es demasiado bajo. Nadie me conoce a mí, y yo no conozco a nadie. Tengo un par de amigos, de esos que solo se cuentan con los dedos de las manos y nada más. Mi música no es la que se escucha en las radios a diario. Puedo escuchar el rock viejo de los años setenta, así como también los lentos clásicos de los años ochenta. Mi sueño es tener muchísimos discos de vinilo y poder escucharlos en un auténtico tocadiscos. Me gusta leer aquellos libros cuya descripción siento que me definen o me identifican. Si no me leo ahí, adiós libro, descartado por completo. Sin embargo, quizás algún día mi mente sea más abierta e incursione a lugares que nunca había concurrido.
Me encanta el arte, en casi todas sus expresiones: el canto me apasiona, me gusta mucho interpretar pinturas, la danza -de todo tipo- es algo que, para mi es muy lindo de ver, me encanta sentir la música en mi interior, la actuación es prácticamente mi vida, pero, sobre todas las cosas, me fascina, apasiona, encanta, escribir. Lo hago desde los cuatro años. Invento países, personas, historias, y hasta sentimientos. Es algo que es imprescindible para mi, como respirar. Lo necesito, como a la sangre. A veces creo que me corre tinta por las venas. 
En fin, no tengo clasificación. No encajo en la categoría de diva, ni de skater, ni de emo -¿acaso existe eso ya?-, ni de nada. Soy como alguien salido de un libro, de esos que uno piensa "Y este, ¿de qué va?". Me encantaría saberlo, pero es algo que no puede deducirse. Sin embargo, creo que me gusta ser así. El destacar por mi personalidad, la capacidad de transmitir sentimientos mediante el arte y mis ojos, la sabiduría antes de la belleza -aunque creo que la poseo, de alguna extraña manera-, mis costumbres, mis delirios, mis manías, mi forma de hablar y/o expresar mis pensamientos, mis millones de personajes, rostros, voces e historias que habitan en mí, mi apego a las cosas y personas... Creo que me gusta ser simplemente yo.