People change, feelings change. It doesn't mean that the love once shared wasn't true and real. It simply just means that sometimes when people grow, they grow apart.
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Escritora desde que aprendí a posar el lápiz sobre el papel. Completamente indecisa. Poseedora de una mente peligrosamente abierta. Inteligente, con un ego filoso y un humor ácido. Todos los días intento ser una mejor versión de mí misma.

Je ne t'aime plus



"Y no pude evitarlo y me volví a enamorar". Esa es la frase que describe exactamente lo que sucedió cuando, de repente, me encontré con tus ojos mientras nos abrazábamos desnudos. No lo pude evitar. Te vi y volví a quererte, como si el tiempo no hubiese pasado, como si nunca nos hubiéramos hecho pedazos. Como si todo siguiera igual que en aquellos lejanos primeros tiempos en los que nos queríamos casi a la misma medida. Volví a sentirme querida en tus brazos. Volví a encontrarme en tus lindos ojos marrones y enormes. Volví a verte, sin contexto ni rencores, y solo pude abrazarte aún más fuerte. Te tenía conmigo devuelta, estabas queriéndome, yo te estaba queriendo. Todo era tan mágico e irracional, irreal, que temí que sea una fantasía, y ahora que estábamos juntos de nuevo, no quería soltarte más. Ahora, después de tanto tiempo cogiendo ebria y sin amor, por fin volví a sentirme amada, adorada mientras lo hacía. Por fin volvía a hacer el amor. Por fin dejaba de sentirme sola y descartable. Y, honestamente, no lo podía creer. Abría los ojos y estabas vos. Y esta vez era en serio, era real, no era un producto de alucinación provocado por el alcohol. Eras vos, eran tus brazos los que me tenían, eran tus manos las que sujetaban las mías, eran tus labios los que me recorrían el cuerpo y el corazón. Y así fue como, poco a poco e inexplicablemente, se formó una especie de cápsula del tiempo que nos llevó hacia atrás, hacia los buenos tiempos, y para cuando me encontraba en el presente, la secuela del viaje era ese sentimiento hacia vos, esa necesidad de demostrarte lo mucho que te quería. Y lo intenté. Te juro que lo intenté, y te quise con todas las ganas. Pero ahora no estás. Algo te retiene, un ancla te empuja hacia abajo y no te deja salir. O eso es lo que quiero creer, lo que elijo creer cuando te corto el teléfono a la madrugada porque no doy más de ocultar ese llanto que me quema, que me atraviesa la garganta. Pero la verdad, la cruda verdad que yo bien sé pero no admito, es que no existe ningún ancla que te impide acercarte a mí. Lo único que nos aisla es tu falta de ganas. No querés volver a estar conmigo. No querés volver a sentir lo que pasó aquella vez en la que te miré y eras el mundo. O quizás, quién sabe, ni siquiera lo sentiste realmente. Probablemente lo único que quieras ahora es seguir adelante con lo tuyo, pero sin mí. Y creo que eso lo dejaste bastante en claro anoche, cuando colgué el teléfono de repente y ni siquiera te diste cuenta. No volviste a llamarme. No volviste a escribirme. No volviste a desnudarme. No volviste a preguntarme si te quería. Vos no volvés más. Yo, al parecer vuelvo a los viejos vicios, repletos de tipos vacíos y vasos de vidrio.

Au revoir



Volviste a mi inesperadamente y no me quejé ni me puse a llorar. De hecho, incluso llegué a alegrarme. En primer lugar, me invadió la sorpresa. Me despierto y lo primero que veo al abrir los ojos es un mensaje tuyo de las cinco y media de la mañana. ¿Cómo había pasado? Yo no te había escrito. Es decir, no voy a negar que estaba algo ebria, pero si hubiera tenido un ataque sentimental de nostalgia hacia nosotros, lo recordaría aunque sea un poco, o al menos lo sentiría en el alma. Pero no, no había sido yo. Fuiste vos. Vos solito agarraste el celular por la madrugada y me escribiste una verdad. Lo que habías armado, lo habías destruido con tus propias manos y me lo contaste en un acto de ebriedad y desesperación. Pero no me alegré. Cualquier persona se hubiera puesto contenta al recibir la noticia de que la pareja que su ex había formado se disolvió porque era un desastre, pero yo no. Me sentía extraña. Era como si fueras un chico que viene a confesarle a la madre la travesura que había realizado. Sentí una mezcla de ternura, como cuando ves a un perrito de la calle acercarse a vos cuando estás caminando y no podes evitar brindarle una caricia. Volvías a mí, solo para darme la razón de todo aquel monólogo que te había dado extremadamente ebria hacía varios meses atrás. Yo claramente, no lo recordaba. Pero según tu memoria (esa que nunca ha fallado y no lo hace ahora) me habías prometido que, si todo acababa de la manera en que yo lo había anticipado, volverías a llamarme para contármelo. Y al parecer, así ha ocurrido. Tiraste todo por la borda por razones que no tengo muy en claro, y recurriste a mí para contármelo. Pero no por eso voy a hacerme ilusiones o crear expectativas. Sin embargo, no voy a negar que esta extraña e inesperada situación revivió un deseo que había ya enterrado. Las ganas de volver a verte solo para no hacerlo nunca más, han renacido en mí hoy por la tarde. Y estoy meditando muy seriamente el hecho de hacerte esa pregunta, de saber si querés vos también una última vez en la que las cosas cierren con un sabor no tan amargo. Y no, esto no significa que quiero que las cosas sean como antes. Creo que ya a esta altura me doy cuenta que eso es prácticamente imposible y ni siquiera me permito idealizarlo en el plano teórico. Pero una despedida agridulce no me vendría nada mal. Nos lo merecemos. Por los buenos ratos, por todos esos renglones escritos en nuestra historia. Incluso por los malos, porque esos también componen lo que alguna vez fuimos. Nos lo debemos, por todo lo que fue y lo que pudo haber sido...pero no.
Ahora, ya entrando en la noche del día lunes, releo unas páginas de un gran y enorme libro que tanto me gusta y recuerdo las partes que había resaltado simplemente porque me hacía acordar a nosotros. Y recuerdo también que me hiciste leértelas y que, de hecho, algunas hasta las recreamos. Pero no siento angustia, ni tristeza. Todo lo contrario. Sonrío. Y es por eso, por esa sonrisa que aparece cuando se asoma nuestro recuerdo, que creo realmente necesario escribir ese verdadero punto final sin rencor ni odio. Una única última vez me basta para cerrar el libro sin esa presión en el pecho y ese interminable nudo en la garganta. Una única última vez, sin reprocharnos nada, sin remordimientos, sin mirar hacia atrás ni improvisar hacia adelante. Una única última vez en el presente infinito para darle su merecido final a esta historia eterna que ya ha acabado.