People change, feelings change. It doesn't mean that the love once shared wasn't true and real. It simply just means that sometimes when people grow, they grow apart.
Mi foto
Escritora desde que aprendí a posar el lápiz sobre el papel. Completamente indecisa. Poseedora de una mente peligrosamente abierta. Inteligente, con un ego filoso y un humor ácido. Todos los días intento ser una mejor versión de mí misma.
Vos sí me hubieras querido, con el pelo enmarañado y todo. Vos sí me hubieras querido, aún cuando me esté dando cuenta de que estoy comiendo de más y los pantalones que tanto te gustaban ahora me quedan chicos. Vos sí me hubieras querido así, al natural, con mis pelos, mi sangre, mi mal humor, mi carácter y todo. Vos sí me hubieras querido, si tan solo fueses el de antes y yo la misma de siempre. Hoy me agarró de sopetón la prontísima llegada de tu cumpleaños, que no es nada más ni nada menos, que nuestro aniversario también. No me di cuenta. De golpe y porrazo se me pasó el año, la vida y ya estamos a una semana de otro seis de noviembre cargado de ausencias. Vos vivís, claro está. Vas a tener otro cumpleaños rodeado de tu familia y seres queridos, por supuesto. Pero algo falta. Y no lo digo por mí. Falto yo y faltas vos. Faltamos nosotros, ese nosotros que se murió sin que yo me diera cuenta. ¿Cómo no lo vi? ¿Por qué no hice nada, si ahora lloro la pérdida y cada vez tomo un poco más? El nudo enorme que siento en la garganta se asemeja al gusto del tequila. Es un sabor amargo, que me ahoga, que me aprieta la tráquea y siento que quiero respirar pero no puedo. No importa cuantas veces intente dar una bocanada de aire, es imposible. Marcha otro trago y le subo el volumen a la música. Me siento mediocre otra vez y puedo ver claramente que el progreso no está en mi vocabulario. No ahora, ni tampoco antes, porque mi presente está inundado de pasado y lo veo cada vez más cuando me doy cuenta que sigo acá, estancada, sin capacidad de encarar nada nuevo sin miedo al final. Y es que ya lo veo, desde el principio veo el desenlace fatal. Es como si me subiera a un tren e inmediatamente lo vea descarrilar. Ahora que tomé un poquito de más ya no siento nada. Es como si estuviera en una pausa, como si me viera a mí misma desde afuera y dijera "what a stupid girl", porque yo en mis fantasías se hablar inglés y todo. Ojalá pudiera borrarte. Ahora me encuentro tan dolida y destruida como para desear incluso eso. Ojalá pudiera borrarte, como Clementine y Joel, pero con la diferencia de que nosotros no vamos a tener ese final glorioso y bien de película yanqui en el cual las parejas siempre terminan juntas a pesar de todo. No. No todos tenemos esa suerte, y nosotros no somos ninguna clase de excepción. No vamos a volver a estar juntos a pesar de todos nuestros problemas. SÍ, LO ESCRIBO EN MAYÚSCULAS TODO PORQUE ES COMO SI ME ESTUVIERA GRITANDO A MÍ MISMA LA VERDAD: NO VA A PASAR. EL TIEMPO NO SE VUELVE PARA ATRÁS Y LAS COSAS NO VAN A SER NUNCA COMO ANTES. ¿Cuándo voy a aprender? Me siento vacía, aunque el alcohol me nuble la vista, me enrojezca las mejillas y me haga hervir la sangre y teclear cualquier cosa, borrandolo todo. Pero no puedo. No lo puedo evitar. No puedo tolerarlo, no puedo manejar el dolor, el vacío, la vergüenza, el miedo, el fracaso, la falsa esperanza, y todo lo demás que ahora se me fue de la lengua pero que siento en todo el cuerpo, todo el tiempo, todos los días. Este trago que sigue va a tu salud, y al olvido, y a nuestra historia. Fueron tres años y medio, por poco no fueron cuatro, pero para mí a esta altura significan toda una vida. Y te juro que ahora, al borde de un nuevo colapso nervioso y emocional que me hace casi vomitarlo todo, extraño tu abrazo más que a nada. No puedo dejar de extrañar tus brazos como imagen de mi hogar. Me gustaría mucho que me abraces sin decirme nada, sin juzgarme por estar tomando otra vez, por ser una perdedora y una perdida, por ser una idiota inservible, incapaz de nada. Un solo abrazo hasta que deje de llorar. Unos cuantos mimos en el pelo, los "rulitos" como les decíamos antes, solo para que se me vaya pasando de a poquito. Te juro que siento que me ahogo. Ayudame, salvame, pero sé que no hay nadie. Me castañean los dientes y hago una fuerza inmensa para no pegar un grito que abarque todo. Ya casi no puedo levantar la botella. Me pesa mucho para mis brazos que ya no sientes y mis dedos que a esta altura ya no saben cómo escribir. Trago saliva fuertemente para no vomitar todo. Suena asqueroso, lo sé, y lamento estar dándote esta imagen de mí, pero es la única imagen que hay, la única que existe, la única que respira ahora. Realmente quisiera llamarte y que me contengas, pero no lo sé. Tengo miedo de que ya no quieras responderme, que comentes sobre mí con tus amigos y te rías de tu "alcohólica y psicópata ex". Sé muy bien que aunque sea un mísero mensaje de texto voy a enviarte. Porque lo necesito. Necesito que me digas que todo va a estar bien, que voy a mejorar, que voy a crecer, que ya alguien me va a querer y necesito creérmelo todo, de pe a pa, y que mañana sea otro día en el que no me acuerde de nada de lo que dije o escribí y pueda seguir con mi intento de vida después de vos, de mí, de nosotros. "Emito ayudame", te escribí con faltas de ortografía, y me contestaste al instante y te saludé. Me saludaste. Me preguntaste si estaba bien y yo inconscientemente me sentí mejor. Ahora lloro. No sé bien por qué, pero ahora lloro y te pido ayuda para algo que ni yo sé qué es. Sos tan bueno, tan lindo y comprensivo que eso me hace sonreír y llorar más. "¿Pero con qué necesitas ayuda?" me preguntás, y yo contesto "Conmigo", mientras me sirvo otro trago. Tu teléfono ya me lo sabía de memoria y la tele se apagó de repente sola. "Cuando tomás sos un patética", me dijiste y yo ya lo sabía, y me dolió casi tanto como cuando un guacho me dijo "alcohólica" por primera vez.

Relato truncado

"Todos, en mayor o menor medida, deseamos ser queridos, abrazados, besados, acariciados", me escribió luego de leer algunos de mis poemas de puta triste y me sonreí, porque sabía que era cierto, sabía que no estaba sola. Y la coraza se iba cayendo poco a poco con cada beso, con cada jadeo, con cada mueca con los ojos cerrados. No quiero sentir miedo de abrirme de nuevo, pero no puedo evadir las imágenes de los fracasos anteriores que se me vienen a la mente cada vez que siento una caricia nueva. Y justo cuando pensaba todo eso, me dijo que lo mirara a los ojos y no me sintiera insegura; yo estaba algo avergonzada, es cierto, y no quería sentirme así, como una chiquilina en su primer beso, pero mis mejillas rojas y la sonrisa tonta en el rostro expresaban todo lo contrario. "Solo tengo que ser yo y dejarme llevar", pensé entre besos y todo salió bien y no me sentí mal por ello en absoluto. Sin embargo, al llegar a casa, aún me cuestiono si debería confiarme tanto e ilusionarme a rienda suelta. ¿Y si me suelto y vuelo muy alto? La caída va a ser fatal, letal, prácticamente mortal. No habría chance de sobrevivir. No otra vez, no de nuevo. Estoy en un momento de reconstrucción. Por milésima vez estoy juntando las piezas de lo que vos rompiste y cada movimiento lo hago con el mayor de los cuidados. Tengo que soltar lo que ya es irrecuperable. De otra forma, ¿cómo me abriría paso hacia lo que viene? Pero...esperen, ¿y si lo que viene no es nada? ¿Qué pasa si no hay nada adelante cuando ya no haya nada hacia atrás? Me quedaría sola, atrapada en el medio de un enorme, inmenso, infinito vacío existencial, sin posibilidad ni de volver ni de avanzar. ¿Realmente vale la pena correr el riesgo? me pregunto a mí misma, para mis adentros. "Creo que sí", me respondo con la esperanza aún intacta.
La verdad es que quería escribir sobre vos. Sobre cómo no puedo dejar ir el que eras en el pasado y blah blah blah, pero realmente pasó algo en el medio que me cambió por completo el curso del relato. Y no espero nada más excepto que siga pasando, que me sigan desviando del camino tortuoso que me dirige hacia vos. Porque realmente estoy harta de seguir encaminándome solita hacia la boca de un lobo que ya no está, que ya no existe, que ya no me quiere, que ya no. 

Monólogo interno de una borracha

Volví a tomar. Un agrio sabor a tequila y jugo de naranja se pelean por el dominio dentro de mi boca mientras yo solo espero estar lo suficientemente ebria para levantar el teléfono y hacer la típica escena patética de siempre: llamarlo borracha en plena madrugada. Sé que no debería, que es estúpido y que significaría no valorar ni reconocer en lo más mínimo la poquísima dosis de dignidad que me queda, pero no puedo evitarlo. No sé vivir esto de otra forma. Yo sé que ya me caí, que esto ya lo pasé y salí (para bien o para mal) casi entera de todo. Pero ahora es como si volviera a vivirlo de nuevo, como si no hubiese aprendido nada de todos esos meses de alcohol, soledad y llanto. No sé, creí que había aprendido pero al parecer no. Quizás pareciera que lo elijo, y en un punto eso es cierto. Bien ya se lo dije, aunque me haya ignorado, que prefiero sufrir así, sola, ebria y descorazonada, antes de permitir que él me dañara de nuevo. Pienso en eso y me dan ganas de llorar. Pero, por milésima vez en el día, no me dejo, no me lo permito. Es como si estuviera colgada de un puente gigante y mi nariz estuviera a punto de tocar el agua que está cerquísima de matarme, y yo estiro el cuello para dejarme caer y morir, pero la soga está tan tensa que no me deja tirarme y acabar de una vez por todas con toda la locura que se acoge dentro mío. Hago una pausa. Me doy cuenta que el desconcierto no es suficiente y miro hacia mi izquierda. Agarro otra vez la botella y vuelvo a tomar una vez más. Uno. Dos. Tres sorbos medianos de tequila (casi que le digo vodka; perdón, pero es la costumbre) por casi tres grandes de naranja para aplacar el horrendo sabor de la bebida barata. Ahora solo quiero esperar a que el alcohol me haga efecto. Sí, sé que mañana tengo algo importante para hacer, pero no me importa. Sé que me voy a obligar a mí misma a continuar con lo que sea, antes de ponerme a beber de día y que todxs me vean. Mañana tengo que entrevistar a alguien que no veo hace mucho y ya me parezco a la antigua yo, esa de trece, catorce años (quizás un poco menos) que piensa que cualquier ser que se le cruza por el camino es una persona enviada por el destino para hacerme renacer con una nueva y mejorada historia de amor romántico. Qué idiota. No puedo seguir pensando así, aunque en el fondo sé que es reconfortante. Es lindo seguir creyendo que ahí afuera hay alguien dispuesto a cuidarme, a quererme con todo. Pero después llego a casa y me doy cuenta que no puedo sacar de mi cabeza que ese 'tipo ideal' de compañerx es la misma persona que me llevó a esto una vez más. No sé si pueda volver a hacer eso. Es como si quisiera pero a la vez no. Porque abrirse a una nueva posibilidad significa abandonar todo el resto. Y mi situación actual demuestra que, claramente, yo no estoy lista para soltar. Una vez más, la loca Melina se aferra fuertemente al pasado y le tiene miedo a todo. Y además, no quiero esperar. No sé, tengo la certeza bien interiorizada y asumida de que ese nuevo alguien nunca va a llegar, por más que lx busque por cielo y tierra o yo misma me lx invente. Nunca va a llegar a ser real, nunca va a poder llenar los zapatos del que estuvo antes que él/ella. Otra pausa, pero esta no es para beber, sino porque tengo sueño. Estoy cansada. Quisiera dormirme todo el día pero sé que no puedo. La vida tiene que seguir. No creo que al mundo de las obligaciones le interese en lo más mínimo qué es lo que le pasa a mi hígado o a mi corazón. Puedo caer en una especie de coma alcohólico o estar agonizando de la pena por el desamor, pero eso no importa. A la facultad eso no le interesa. A lxs entrevistadxs no les importa y a la familia es algo que no le incumbe. Una vez más, estoy sola. No hay amigxs con los que hablar, excepto de una chica que estuvo siempre y yo (hago mea culpa) quizás ignoré un poco de más. Pero no fue por mala, eso quiero creer, sino porque simplemente fue algo que ignoré inconscientemente. Pero después me di cuenta que era una persona prácticamente incondicional y me hace repensar la idea de que a veces lo que buscamos está en los lugares menos pensados, aquellos en los que ni se nos ocurrió detenernos a mirar. Y recuerdo, en pleno estado de escapatoria mental, que durante el inicio de la noche había pensado en llamarla, pero ahora estoy comenzando a entrar en mi etapa ebria y no sé si sea un buen momento para eso. Mejor espero un poco más y sigo tomando a ver si este calor que siento en las mejillas va en aumento y me da el valor de agarrar el teléfono y marcar su número para ser la protagonista, una vez más, de la historia patética que me encanta personificar. Me gusta ser la víctima, claro está, pero no pienso asumírselo en la cara. Me gusta serlo, pero a veces ese papel es justificado. A veces, tiene una razón de ser. A veces no es mero capricho de ser el personaje estelar de la obra, sino que tengo mis motivos para creer que ese es mi lugar. Las manos comienzan a sentirse desvanecidas, pero no tanto como yo quisiera. Así que realizo la misma operación una vez más y sigo esperando que las consecuencias lleguen. Me sonó el teléfono. Inocentemente, otra vez, creí que era él. Pero no. Era otro. Era un 'potencial amigo', de esas personas que no sabes si un día te van a dar un beso o una cachetada. Ya fue, yo le contesté igual. Y será lo que tenga que ser. De todos modos, ahora mi preocupación es otra: ¿Cuándo va a volver a pasar esto? ¿Tendré que publicar otro libro que refleje la autosuperación de la segunda parte de la cagada épica de mi vida? Aún no lo sé, pero por el momento escribir poemas y estos renglones me resultan más baratos (y quizás hasta más productivos) que ir a un psicólogo. Aunque a veces desearía tener el oído de un profesional escuchando todos estos desastres. Pero posiblemente me derivaría a un montón de medicamentos con la justificación de que soy una histérica casi depresiva y mi familia se volvería un caos. Y de repente me acuerdo de Winona Ryder en 'Inocencia Interrumpida' y me siento como una especie de Susanna Kaysen moderna. Sí, ya sé que el título me queda sumamente grande, pero en mi delirio de casi ebriedad tengo que permitirme estos gustos. Si no es ahora, ¿cuándo, eh? Ahora me siento un poco mal y algo tonta. Estupidizada. Tengo la conciencia medio inconsciente. Toco el celular y vibra. Ya me estoy convirtiendo en una alcohólica psíquica.

El último orejón del tarro

Yo te quiero. Como puedo, como me sale, pero te quiero. Es raro de decir. A veces, la gran mayoría, soy muy dura para decirlo pero muy débil para dejar de sentirlo. Las palabras no pueden salir de la boca, pero no paran de pasar del corazón a la mano y de la mano al papel.
Hoy no fui a cursar. Durante la madrugada me levanté para ir al baño y me vi en el espejo. Tenía los ojos hinchados, un poco rojos, y sentía la nariz tapada. Estaba despeinada, sudorosa, y algo rota. No sé, sentía que si me quedaba en la cama unas horas más las cosas se iban a arreglar solas como por arte de magia. Pero no pasó eso. Simplemente ocurrió lo de siempre: Me levanté tarde y los problemas seguían ahí, mirándome. Tenía papelitos de colores pegados en todas las paredes recordándome las frases que me moría por no escuchar, por no leer. "Ya fue", pensé y me puse a hacer otra cosa. Miles de cosas que me distraigan de la soledad de siempre. Actividades tapa bache para no acordarme de que no tengo amigos, de que no tengo pareja, y de que todo me dura lo mismo que nada. Detesto ser siempre el último orejón del tarro, el que eligen cuando las opciones viables ya no funcionan. Y cada vez sirvo para menos. Antes era el Plan B y ahora con suerte llego a ser el C. Nada viene bien, ni para ellxs ni para mi. No sé, simplemente ya no quiero jugar más. Me cansé de perder en un juego sin instrucciones.