People change, feelings change. It doesn't mean that the love once shared wasn't true and real. It simply just means that sometimes when people grow, they grow apart.
Mi foto
Escritora desde que aprendí a posar el lápiz sobre el papel. Completamente indecisa. Poseedora de una mente peligrosamente abierta. Inteligente, con un ego filoso y un humor ácido. Todos los días intento ser una mejor versión de mí misma.

Intentando querer(me)

Tengo todo lo que siempre quise en la vida: una familia estable, una casa preciosa y grande, amigos de oro, un perro que vale más que todo, una habitación propia en donde soy libre, un compañero incondicional. Fui a los recitales que siempre quise ir. Leí y compré los libros que siempre quise leer. Me animé, salí  y canté como siempre quise hacerlo. Escribí para no morirme y me gané un reconocimiento que casi me da un infarto.
Si miro hacia atrás, mi pequeña yo estaría completamente satisfecha. Probablemente sonreiría muy alegre y correría a escribir en su diario que de grande va a ser muy feliz porque va a tener todo lo que siempre deseó. Sin embargo, si miro el ahora, no veo ninguna sonrisa en mí. Es que si, tengo todo lo que siempre quise tener, pero así y todo no soy muy feliz que digamos. Y es porque tengo lo que siempre quise pero no lo que siempre necesité. A pesar de los años sigo viéndome fea. Sigue sin gustarme lo que veo frente al espejo. Y para colmo, ahora hay unas cuantas nuevas amigas que contribuyen a ese veneno fantasmagórico que ha estado siempre al asecho en el umbral de la puerta. Son las estrías, las marcas en la piel, el acné casual, la celulitis en las piernas, la grasa en el abdomen, el poco pecho, la excesiva frente, y un montón de etcéteras que jamás terminarían si sigo escribiendo. Sé que muchos dirán que son detalles insignificantes, que estoy exagerándolo todo desmedidamente, que hay gente en situaciones peores, que soy una egoísta al quejarme por estas estupideces, pero lo que no saben esas personas es que estas "estupideces" son para mi tan reales como que el cielo es azul y el pasto es verde. Son cosas que veo a diario, que sufro a menudo y que miro constantemente. Las evalúo a esas pequeñas y enormes inconformidades y mido todo a través de ellas. Y me escondo. Quizás por miedo. Quizás por vergüenza. Quizás por tonta. Quizás por sensata. Pero sé que todo esto no es mi culpa, y no lo digo para librarme de toda responsabilidad y considerarme mediáticamente una "víctima" (aunque, socialmente lo sea) sino porque es nada más ni nada menos que la pura realidad. No es culpa mía, ni de mis hermanas, de mis primas, de mis padres, de mis abuelas, de mis tías. La culpa es toda de esta sociedad y los estereotipos que ésta impone. Seamos honestos, ¿cómo nos sentiríamos respecto a nosotros mismos si en las tapas de las revistas saliera un hombre o una mujer con un cuerpo de tallas normales y cicatrices biológicas obvias y totalmente naturales? Seguramente sentiríamos que no hay nada malo en nuestros cuerpos, que lo que tenemos está bien, que no hay nada que cambiar ni nada por lo que preocuparse o ponerse a llorar. El mundo aceptaría los cuerpos con los tan repudiados "kilitos de más", las caras con ciertas marcas de acné y las piernas y/o axilas con vellos totalmente naturales, completamente biológicos. Aprenderíamos a mirar a los otros y a nosotros mismos con unos ojos muy distintos con los que miramos ahora. Ya no veríamos odio en nuestra mirada al vernos al espejo, o envidia al ver pasar a una mujer con la panza chata y un gran busto, o repulsión hacia la gente obesa. Nuestros ojos verían con más amor, serían justos y sabrían apreciar toda diversidad que existe respecto a los otros. Aprenderíamos a aceptar a los demás, pero lo más importante, aprenderíamos a aceptarnos a nosotros mismos y así todo sería diferente. Pero aún estamos a tiempo. Podemos transformar todas estas palabras, estas rebeldes utopías en una realidad del día a día. Todo largo camino comienza con un primer paso, y ese primer paso lo puede dar cualquiera. ¿Por qué no vos? ¿Por qué no ella? ¿Por qué no yo? Y así al fin y al cabo poder preguntar, ¿por qué no todas?
Yo esta noche opto por volver a intentarlo una vez más, volver a mirarme desnuda al espejo sin pensar que tengo que corregir nada. No importa que mañana decida no ponerme una bikini para ir a la pileta, quizás todavía no esté tan lista como pensaba, pero no por eso voy a dejar de remarla. Voy a seguir intentando cambiar mi mirada, mi cabeza, mi vida, el mundo, pero no pienso cambiarme a mi misma por algo que no quiero ser. Voy a aprender a quererme, cueste lo que cueste.

Enseñar las vergüenzas







"Me enseñaron la vergüenza.
Me enseñaron a avergonzarme de mi cuerpo, de mis actos, de mis pensamientos.
Me enseñaron que lo que pienso es absurdo, que lo que hago es ridículo, que lo que deseo es sucio.
Y aprendí a no decir lo que pensaba, por vergüenza de que alguien a mi alrededor pensara algo mejor.
Y aprendí a no hacer lo que me apetecía, por vergüenza de que alguien a mi alrededor creyera que era inoportuno.
Y aprendí a no perseguir lo que deseaba, por vergüenza de que alguien a mi alrededor opinara que era inapropiado.
No contenta con someterme a la mirada externa, me plegué también a la vergüenza ajena.
Y aprendí a preguntarle a la vergüenza cómo vestirme, no vaya a ser que alguien pensara que voy buscando gustar, destacar. Y aprendí a escuchar a la vergüenza al desnudarme, no vaya a ser que me sintiera cómoda en mi cuerpo, y me acostumbrara a enseñar(me)lo sin miedo. Y aprendí a consultar con la vergüenza antes de abrir la boca, no vaya a ser que dijera sin filtro lo que me pasa por la cabeza, y se enterara la gente.
Y dejé de bailar, de reír a carcajadas, de rascarme el culo, de preguntar lo que no entiendo, de opinar lo que pienso, de compartir lo que siento, de pedir ayuda, de ponerme faldas, de ir a la playa, de comer o llorar en la calle, de ir sin sujetador, de pintarme, de salir sin pintar, de bajar a la calle despeinada, de usar esa ropa que dicen que no me pega nada, de llamar a quien echo de menos, de tomar la iniciativa, de decir que no, de decir que sí, de quejarme, de vanagloriarme, de estar orgullosa, de admitir que estoy asustada.
Y, a base de sentirme cada día más avergonzada, entendí que mi vergüenza nunca iba a sentirse saciada. Que toda la vida iba a imponerse entre yo y mi representante impostada. Así que busqué a mi sinvergüenza interna. Y le costó salir un poco, le daba vergüenza. Pero acabó sacándome a bailar, haciéndome dúo al cantar, saliendo conmigo a la calle con la cara sin lavar, animándome a hablar, a ignorar las cosas que me deberían avergonzar...
Y ahora no tengo tiempo para sentir vergüenza. Estoy ocupada viviendo."






(¡Cómo me gustaría poder algún día escribir todo eso! ¡Cómo me gustaría ser libre...!)