People change, feelings change. It doesn't mean that the love once shared wasn't true and real. It simply just means that sometimes when people grow, they grow apart.
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Escritora desde que aprendí a posar el lápiz sobre el papel. Completamente indecisa. Poseedora de una mente peligrosamente abierta. Inteligente, con un ego filoso y un humor ácido. Todos los días intento ser una mejor versión de mí misma.

El torbellino

"Escribí una lista de pros y contras y hay más puntos buenos que malos", intento recordarme a mí misma para calmar el torbellino que se me está formando en la boca del estómago, producto de la ansiedad de la espera. Tengo la boca seca y recuerdo que Galeano escribió alguna vez que eso es uno de los efectos secundarios del miedo. Pero intento no pensar que así es, que estoy nerviosa, con vergüenza y con miedo, porque eso solo hace que el torbellino aumente más y más.
Algo anuncia que estás cerca, lleno de excusas por la llegada tarde (de otra forma, no podría estar escribiendo estas líneas) y nada me produce más terror que la idea de que me encuentres escribiendo estas líneas sobre vos y que, como suele sucederme, la cague antes de empezar. El solo pensar en eso me hace tragar fuerte y me genera un temblor en la mano tan grande, que las letras empiezan a parecerse a garabatos maltrechos. ¿Qué hace esta mina sentada en la puerta de la Iglesia meta garabatear todo el día? Les juro que yo tampoco lo sé, pero sí soy consciente que al menos llenando estos renglones consigo matar el tiempo y, aunque parezca mentira, calmar el torbellino y relajar los pensamientos.
"Temo que la historia se repita" es la frase que aparece mágicamente en mi cabeza y despeja todas las dudas. Y entonces me pregunto qué podría hacer yo para evitar que eso suceda. Porque ya lo he intentado todo: Ir con la verdad, ir con la mentira, ser yo misma, fingir ser otra, y todo termina de la misma forma. Me cuesta creer que nada distingue a esta vez de las demás y comienzo a desanimarme. ¿Y si mejor me voy corriendo? ¿Y si no lo veo nunca más? Y, de repente, como si de una treta del destino se tratara, mis auriculares reproducen "Someone to watch over me" y pienso que esa es la razón por la que aún sigo acá. Como en las películas, cuando el héroe llega a la gran verdad, la gran hazaña o conclusión, acá también sale el sol y me da en la cara, y pienso que sería un momento perfecto para que cayeras del cielo y pensaras "¡Qué linda esta curiosa muchacha que escribe sin parar!"
Sí, esa es la razón: Busco a alguien que me cuide. Nada me garantiza que todo esto termine de esa manera, pero al menos logré salir de mi desastre por un par de horas para ver qué pasa. (Esta vez me puso de la vereda de enfrente, a ver si así cambia la cosa, a ver si así se ve todo desde otra perspectiva.)

¿Cómo sobrevivir a las arenas movedizas?

Estoy enojada con la gente que decide irse para no volver jamás. La gente que se fuga sin pensar en qué va a ser de la vida de los otros, de los que dejan atrás. Estoy segura de que vos no te detuviste ni un segundo a pensar en qué iba a ser de mí cuando te fueras. O quizás sí, y reflexionaste en que seguiría adelante, en que encontraría la forma, en que reconstruiría otras cosas para dejar ir lo que ya fue y ya no existe. No digo que sea una cuestión de egoísmo, porque no está mal pensar en uno mismo y en el propio bienestar por encima de algunas cosas. Pero, lo que sí me parece absurdo y maligno, es el olvido. Olvidarse por completo de lo que te ha nutrido y te ha hecho feliz para seguir buscando lo que ni siquiera sabes qué es, sí me parece egoísta. No, egoísta no. Me parece estúpido. Yo no quiero olvidar. No me gusta hacerlo. Y siento que jamás podría. Jamás podría olvidarme de lo dulces y cálidos que eran tus besos, o del brillo de tus grandes ojos oscuros. Jamás podría olvidarme de los momentos en los que nos sentíamos como dos chiquitos y jugábamos sin vergüenzas ni barreras. Jamás podría olvidarme que fuiste el único que me entendió y me quiso a pesar de todo, a pesar de ser un bicho raro, de estar triste y contenta al mismo tiempo, de ser todas y ninguna a la vez. Jamás podría olvidarme de muchas cosas que fuimos y vivimos solo nosotros dos. Pero lo que sí me gustaría olvidar es de esa indiferencia que te generan mis sentimientos. Es como si ya no tuvieras emociones, o al menos no por mí, claro está. Siento que hay algo oscuro, lo percibo, tal y como percibía esos cambios de humor repentinos en los que no querías hablar con nadie excepto conmigo. Ahora, incluso a mí me contestás con frialdad, siendo seco y tosco, casi hiriente, como si estuvieras seleccionando meticulosamente las palabras que sabés con seguridad que van a hacerme trizas.
"¿Cómo sobrevivir a las arenas movedizas?", reza el subtítulo de una página de un libro que ya pasé hace rato y estoy segura de que termina como lo había previsto. Y la verdad es que no lo sé. Dicen que hay que mantenerse en calma, que es el pánico lo que termina matándote, y es ahí cuando me doy cuenta que no voy a poder hacer otra cosa más que hundirme. Soy presa del pánico, un blanco perfecto y fácil para él. Solo basta hacerme pensar un poquito de más para que el pánico y la desesperación me dominen entera. Jamás podría relajarme sabiendo que durante el resto de mi vida voy a sentir ese nudo en la garganta, la presión en el pecho y el presentimiento en la boca del estómago que nada va a ser como antes y que nunca voy a terminar de recomponerme. Siento que ya no creo en nada, ni siquiera en las cosas que se presentan a pincelada limpia ante mí. Por más que me traigan a la Verdad materializada, casi en persona, voy a tener que desconfiar de ella por miedo a que me haga daño, a que me esté engañando y en realidad sea la Mentira. Cierro los ojos con pesar, porque sé que esa es una vida llena de amargura y sufrimiento, tal y como supe desde chica que eso era lo que me aguardaba cuando crezca. Quisiera poder llorar, pero sé que en cuanto empiece no voy a poder parar y me voy a dedicar el resto del día a seguir arruinando cosas, incluyendo esa pequeña chispa de esperanza que, por más que desde ya pueda ver su desenlace fatal, al menos me saca alguna carcajada de vez en cuando. No quiero arruinar más nada. Es como si todo lo que tocara, en vez de convertirlo en oro, lo convirtiera en mierda.
"Te odio.
De haberlo sabido.
De haber sido yo suficiente.
Te fallé.
Ojalá pudiera haber hecho algo. 
Debería haber hecho algo.
¿Fue culpa mía?
¿Por qué no fui suficiente?
Vuelve.
Te quiero.
Lo siento."

Son pensamientos de una chica que ha perdido a quien ama a causa del suicidio y, aunque (espero) esa no es mi situación concreta, no puedo evitar sentir las últimas cinco oraciones clavadas en el pecho como si fueran dardos que dan todos juntos justo en el blanco. De a momentos sé que fue mi culpa, sé que no fui suficiente, y que quiero que vuelvas, y sé que te quiero y lo lamento tanto, tanto, tanto. Son cosas que sé con una total certeza, así como también sé a la perfección que no te importa, que yo ya no te importo, que ya no me querés, que ya no me leés, y que no vas a volver nunca de los nunca.

At least I'm not drinking

Ya no somos unos chicos. Eso es lo primero que recuerdo cuando, por primera vez, puedo volver a abrir esa caja que está en lo alto del armario y comprobar que no estoy llorando. No voy a mentirte, sí se me asomaron unas lagrimitas, pero solo fue porque noté que en una carta de amor ya te estabas despidiendo, y era de una manera tan dulce que ni siquiera me destrozó el corazón. Fue como si hubiera curado aquella partida, la real, la que fue una reverenda mierda y me arruinó la vida.
Pero no me puedo quedar con eso. No. No quiero. Tengo que ir y saber, saber si todavía estás ahí, si puedo salvarte de algo, si puedo volver a gustarte, si, si, si... Son muchas suposiciones, muchas teorías y cero práctica.
Me gustaría decir que lo lamento. Sigo escribiéndote cartas que se muy bien que vas a leer muy tarde o nunca, y me gustaría decir que lo lamento. Lo lamento en el alma, lo lamento todos los días. Es una lista interminable de cosas por las que me siento arrepentida y no sé cómo ni cuándo decírtelas a la cara. Además, vos nunca querés hablarme, y mucho menos verme, lo que complica las cosas sobremanera.
Pienso que podría hacerte llegar todo esto yo misma. Que podría hacerte saber que la dirección es la de siempre, que la puerta está abierta esperándote, como cuando dormía con la ventana a medio cerrar cuando era chica y tenía la esperanza de que Peter Pan viniera a buscarme para no tener que crecer jamás. Ahora en serio lo estoy meditando, y me doy cuenta de que tengo miedo. Sí, miedo. Miedo a desilusionarme, otra vez. Porque, admitámoslo, creo que es mejor continuar viviendo en la fantasía de que aún estás ahí esperando por mí, que darme la cabeza contra la pared de la cruel realidad en la que ya me superaste y posiblemente te estés revolcando con otra. Es una opción mejor, pero es algo absurda. Porque también soy curiosa, muy curiosa, y la curiosidad mató al gato, a mí y a mis esperanzas. Pero, al menos, el gato murió sabiendo, y yo también (con las ilusiones rotas y el corazón destrozado, pero sabiendo al fin) Hay que quitarse la venda de los ojos, por más que sufras, por más que duela. Merecemos saber la verdad, yo merezco saber la verdad. Por más que ya la tenga asumida, necesito el recordatorio permanente de tu voz diciéndomelo a la cara: Ya no te quiero más. Porque ahora dudo. Ahora estoy triste, sumida en una especie de cuadro depresivo en el que no dejo de leer, pensar y escribir dentro de la misma cama, y entonces me doy el lujo de dedicarme a dudar sobre tus sentimientos y los míos. Necesito saber. Siempre fue la incertidumbre mi peor aliado, mi más grande enemigo, mi mutilador, y ahora tengo que enfrentarme a eso para saber la verdad, una vez más. No importa el costo. No importa mi vida. No importa lo que siento. Ya no importa, no importa, no importa nada.
"Alguien ha estado escribiendo sobre nosotros, sobre nuestra historia." Es lo que pienso cuando, al leer un libro que es de amor de/para adolescentes, noto que encuentro muchas similitudes con la realidad y que no parecen ser meras coincidencias. Me gustaría creer que no soy la única que escribe sobre nosotros y todo lo que vivimos, pero supongo que allá afuera hay todavía más gente con muchas otras desgracias de amor y me siento un poco egoísta y culpable por querer sentirme especial, única y diferente.
Ayer y hoy estuve pensándote mucho. Antes de ayer también, durante casi toda la tarde y algunas horas de la noche. Bueno, miento: La gran mayoría de los días, tardes y noches te pienso, pero hay veces que me concurrís más que otras, y eso lo hace pesar de una manera distinta. Sin embargo, en donde nunca estás ausente, es en mis sueños. Todas las mañanas me despierto con la certeza de que te soñé la noche anterior. Es algo increíble, inexplicable, indescifrable. No sé cómo definirlo, pero siempre te sueño. A veces estás contento, queriéndome (ya ahí debería darme cuenta que no es más que un sueño, sólo porque la realidad es muy muy distinta) y otras te agarro enojado, molesto, alejándote de mí sin razón aparente. Pero, sea como sea, ahí estás, dando vueltas por mi subconsciente y me muero por pensar que a vos te pasa lo mismo. A veces imagino que, mientras vos das largos paseos en mi cabeza, yo lo hago también en la tuya, y es como un ida y vuelta en el que los dos dejamos nuestros respectivos cuerpos sólo para estar junto al otro. Qué estupidez, ¿no? Es estúpido, muy estúpido. Todos mis pensamientos sobre vos son estúpidos, y esto lo escribo con un pequeño nudo que comienza a anidar en mi garganta. Doy un suspiro, trago saliva y me rasco la nariz, intentando convencerme a mí misma que no soy tonta por seguir teniendo esperanzas. También me digo que no es cierto que ya estoy grande para seguir leyendo novelas de amores juveniles, aún cuando así lo sienta cada vez que leo un renglón y me doy cuenta que esto ya me pasó una vez y que nunca más va a volver a pasarme. Y eso no es estúpido. Es triste. Me da una tristeza sobrehumana el poder reconocer que mi tiempo ya pasó, que ya viví el gran amor de mi adolescencia y que ahora, lo único que queda, es enfrentar un amor adulto que ni siquiera sé si seré capaz de encontrar alguna vez. Todos los tipos con los que converso me parecen aburridos, poco sensibles, poco artistas, poco "vos". No se parecen en nada al chico divertido, duro pero aniñado que eras cuando empezaste a gustarme, y eso me parte el alma. Honestamente, no creo estar lista para nada ahora. Para nada que no sea lo que alguna vez fuimos. Por consiguiente, tampoco estoy lista para vos, para el "vos" que sos hoy en día. Sin embargo (y sabes cómo soy yo) mi cabeza dura no puede dejar ir la idea de que aún puede cambiarte para volverte a la normalidad, lo que quiere decir, volverte al chico sensible y cariñoso que eras antes. Es una enorme contradicción porque, por una parte, soy plenamente consciente que eso ya se murió, que ya fue, que no existe. Pero, por otra, sigo manteniendo viva la llama de la esperanza, esa que me dice que aún no es tarde, que en el fondo (al parecer muy, muy en el fondo) todavía vive el Emito de camisas a cuadros que me enamoró con sus canciones viejas y solos de guitarra a la hora de la siesta. Al escribir eso se me seca la garganta y no puedo evitar tragar saliva una vez más y sonreír por la nostalgia cuando una imagen se presenta en mi cabeza. Entonces (otra vez) pienso en las mil y una estrategias para volver a conquistarte, para que vuelvas a enamorarte de mí y (otra vez) algo dentro mío parece encenderse, sentirse bien y con un poco de optimismo. Me gustaría pensar que (otra vez, como lo hacías a los catorce años) estás leyendo estas líneas, solo para saber qué pienso de vos, y que (otra vez, como lo hacías  a los catorce años) vas a dejarme alguna respuesta en algún lado. Y me vas a decir que sí, que finalmente estás listo, que finalmente te animás, y vamos a vivir juntos y felices por siempre y para siempre.

(Sé muy bien que todo eso es una utopía, pero no sé por qué ya estoy pensando en dedicarme a remodelar el blog, solo por si acaso...)