People change, feelings change. It doesn't mean that the love once shared wasn't true and real. It simply just means that sometimes when people grow, they grow apart.
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Escritora desde que aprendí a posar el lápiz sobre el papel. Completamente indecisa. Poseedora de una mente peligrosamente abierta. Inteligente, con un ego filoso y un humor ácido. Todos los días intento ser una mejor versión de mí misma.

Dead Poets Society


El jueves 25 tuvimos la posibilidad de disfrutar una película encantadora en el colegio. Se llamaba "La sociedad de los poetas muertos". No creo que haga falta decir que, en cuanto mi profesora me dijo el título, yo quedé encantada, maravillada, con una sonrisa en el rostro y los ojos brillosos. Mientras tanto, los demás reían, comían, escuchaban música y charlaban, buscando el lugar perfecto para sentarse y verlo todo.
No sé si ustedes, mis queridos lectores, hayan visto la película. Si lo hicieron y tienen este alma distinta, incomprensible, indomable, seguramente sepan entenderme. Y, si no la han visto, véanla. No se arrepentirán, créanme.
Volviendo al tema, confieso: si me quedé expectante con solo oír el nombre, ¡imagínense cómo habré quedado desde el principio hasta el fin!
El corazón me latía a mil por hora. Mi cabeza asentía, inconsciente, a cada palabra que el Sr. Keating decía. Los ojos se me llenaban de brillo, inspiración, emoción cada vez que avanzábamos un poco más en la película.
Llegó la pausa. Todos agarramos nuestras mochilas y nos dirigimos hacia afuera. Algunos gritaban, otros reían. La mayoría corría desesperadamente para ir a comer, o para llegar primero que todos al salón. Yo, permanecía callada, caminando tranquila, respirando hondo, profundo. En cuanto llegué y hube posado mis cosas en el escritorio, automáticamente saqué mi cuaderno. Comencé a escribir y no paré en todo el día.
Cuando pudimos continuar con la película, yo ya la miraba con mi cuaderno en mi regazo. Anotaba las frases inspiradoras rápido y con cautela. No quería que nadie se percatara de que la escritora estaba ya escribiendo. De todos modos, indudablemente, todos se dieron cuenta en cuanto saqué el cuaderno blanco y la pluma azul, que la película relataba mi alma, me dejaba desnuda y débil, frágil, y yo no podía hacer nada para ocultarlo.
Terminó el horario escolar. Muchos se olvidaron de la película en cuanto salieron del colegio. Otros ni siquiera le prestaron atención. Algunos solo veían a los personajes, sin detenerse en tratar de descifrar el mensaje que éstos les estaban dando. Yo no me olvidé de absolutamente nada. Todo quedó en mí, tal como quedan los recuerdos, los momentos y experiencias que en mi tiempo ya he vivido. Lo guardé todo en mi memoria, en mi alma; lo aprisioné y no lo dejaré ir. Lo siento, lo vivo, lo sufro como si de mi propia vida se tratase. Como era de esperar, mi alma de poeta indomable intimó una vez más con los suyos.

El texto que nadie leerá


Soñé (una vez más) con esas juntadas que no volverán nunca. Soñé con las risas que quedaron en el pasado, con las anécdotas que no salen de la mente, con aquellas despedidas que duraban apenas un par de días, y hasta a veces, horas. Pero esta vez fue diferente. Soñé con tu mirada clavándose en la mía, con rabia, con furia, y quizás hasta con dolor. Soñé también que éramos conscientes de que todo aquello estaba más que olvidado, que los buenos momentos no volverían a ser los mismos, aunque tratáramos de arreglarlos. Y ahora me siento completamente sola, ¿sabés? Sola, impotente, y nadie lo nota. Éso es lo peor. Quiero creer que todo va a estar bien, que "por arte de magia" todo va a solucionarse cuando tenga que solucionarse, pero en el fondo se que no es así. Se que nadie va a dar el primer paso, así como se también que yo no corto ni pincho en esta situación. Y me enferma, me envenena por dentro. Pero no emito palabra, no emito sonido, no emito nada más que estas simples líneas que ahora escribo más las imágenes que pasan por detrás de mis ojos mientras duermo, manifestando inconscientemente cuánto te extraño, cuánto me cuesta aceptar que los lunes no merendas conmigo, que los domingos no pasamos el día juntos, que ya ni nos hablamos a la cara hace casi un año. ¡Un año! Demasiado tiempo, ¿no? ¿De verdad crees que el orgullo lo vale todo? ¿De verdad crees que el orgullo vale más que todos aquellos años compartidos? Tanto quisiera que dejemos de hacernos los inmaduros y pensemos bien las cosas.
Me duele ver que cada uno sigue por su lado como si nada importara, como si la familia ya no fuera más la familia. Me duele no poder decir las cosas cuando quiero decirlas. Me duele hasta el infinito que no escuchen mis silencios que se manifiestan a gritos.
Aún tengo aquella imagen que nunca pasó, grabada en mi cabeza. Y creo que nunca podré quitármela, así como nunca voy a quitarme estas ganas de abrazarte que tengo. Así como nunca voy a poder quitarme aquellos sueños que tratan de la resolución del conflicto. Así como nunca podré quitarme este llanto que se encuentra en el medio de mi garganta.
Estoy destruyéndome por dentro, pero nadie lo sabe. Y yo no emito palabra, ni una mísera pista que indique cómo carajo me siento. Una vez más, todo tendrá que llevárselo la noche.

Vivir contigo



Quiero que vivamos en una casa colorida, pero que solamente nuestro cuarto esté pintado de blanco. Sábanas blancas, paredes blancas, almohadas blancas. Todo blanco. Quiero que tenga dos ventanas, una que de a tu almohada, y otra que de a la mía. Que el sol penetre por completo, de en nuestras caras y que, al mirarnos, podamos contemplar el rostro resplandeciente del otro. Me gustaría que nuestro cuarto tenga piso de madera; una no muy oscura, sino que, medianamente clara. Quiero una cama matrimonial -aunque no estemos casados siquiera- bien grande, de esas que se pueden apreciar en las fotografías que se muestran en Tumblr. 
Quizás decoraría con muebles -también blancos- de madera. Con cuadros, también, colgando de las paredes. Cuadros, o fotografías de las cosas que nos gusten. Me encantaría que la decoráramos llenándola de nuestros intereses en común y también, por qué no, de aquellos intereses que quizás no compartimos tanto. Pósters, notas, fotografías, discos de vinilo -siempre me fascinó hacer eso- colgando de la pared blanca. ¿Te lo imaginas? Y, no pueden faltar, los estantes con libros. Libros de amor, de aventura, de romance, policiales -a pesar de que no me gusten tanto, hay algunos que me llaman la atención- , de poesía. Libros míos, libros que sean nuestros. Libros de mi propia autoría, -eso sería un sueño verdaderamente cumplido-. También podríamos decorar con guitarras, o los instrumentos musicales que te agradan. Se, más que nadie -creo-, cuánto te apasiona, cuánto adoras y admirás la música. Así que, no sería nada extraño que nuestras visitas se encuentren con alguna que otra guitarra apoyadas en las paredes, o con hojas pentagramadas desparramadas, esparcidas por ahí. 
Quiero que vivamos en una casa que no sea como cualquiera; que signifique algo especial para nosotros. Que contenga nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestras experiencias. Que abarque nuestro pasado, ya dicho, ya vivido; nuestro futuro, incierto, indeciso; y también nuestro presente, sea cual sea en ese momento. Quiero, en definitiva, vivir contigo

El sueño cumplido



Y al fin llegó. Aún no había escrito sobre este gran día, simplemente porque ni siquiera yo puedo creer que ya haya sucedido. El muy esperado seis de abril pasó, y dejó en mi huellas imborrables, recuerdos que vivirán por siempre, la sensación del llanto incontenible que nunca logré largar, el desgaste de garganta que pareció terrible al principio, pero que no dejó secuelas al final, un dolor de piernas completo, imágenes y sonidos que jamás podré quitar de mi corazón, ya que están tatuadas con la tinta del amor, esa tinta que no podrá quitarse ni aunque quisiera.
Miro las fotos, observo los videos, recuerdo las sensaciones y quiero volver. Allí me sentí libre, libre al fin. Descargué cosas que creí más que enterradas, grité cosas nuevas, descubrí conexiones nunca antes sentidas. Comprobé que al fin los estaba viendo. Que los estaba escuchando. Indudablemente, era él. Era Emiliano Brancciari, y estaba ahí, hablándonos, cantando, gritando con todas las ganas. Reía, saltaba, corría, cantaba. Pude ver su sonrisa. ¿Saben lo que significa eso para mi? Significa el mundo, la vida, y más. Ahora que vi los hoyuelos de sus mejillas (en persona, al fin), me dan ganas de verlo todos los días de mi vida. Me dan ganas de que vuelva a llamarnos "amigos", que nos diga que nos cuidemos mucho mucho (así, con dos "mucho", o quizás más, no puedo recordar con exactitud), que nos salude, que nos cuente sus anécdotas, que haga esos chistes que, a pesar de ser más que comunes y conocidos, nos hacen sacar una carcajada nueva, por el simple hecho de que vienen de él. Me dan ganas de escucharlo hablar hasta el hartazgo. Me dan ganas de conocerlo aún más. ¡Lo que daría por abrazarte, por Dios!
La noche del seis de abril, aquella noche que se había hecho esperar tanto, no fue como la imaginaba. Creo que fue mejor. No sé bien cómo explicarlo, no puedo llegar a definirlo. Ni siquiera me había detenido a pensar en cómo sería, porque no quería llenarme de expectativas. De todos modos, alguna que otra fantasía se me venía a la mente sin querer. Fantasías que, quizás, sean imposibles de realizar; como por ejemplo que me hablaba Emi a mi y a nadie más, que me extendía su mano, que me preguntaba qué canción quería yo que cantara, etc. Qué imaginación, ¿no? De más está decir que eso no sucedió, pero ¿quién dice que no ocurra en el futuro? Soy una persona positiva, que no pierde la esperanza hasta el último segundo.
Quiero volver, lo repito una y otra vez. Quiero volver a gritar, saltar, reír, cantar y llorar. Quiero morirme de frío hasta sentir que no tengo las manos, pero después obtener el calor que generan ustedes, sus almas, la de Curucha, la de sus canciones, esas que son capaces de abarcar la vida de 55.000 personas en una simple frase. Quiero volver a sentir el calor del pleno invierno. Simplemente gracias; que se repita, por favor.


Gracias, No Te Va Gustar... ¡hasta la próxima, amigos!

Lo que pasó en mi mente después de que me gritaras


Volveré a hablar (mejor dicho, a escribir) sobre mi baja autoestima. ¿Tan débil soy que un simple grito me hace perder los estribos y llorar? 
Siento cosquillas de odio correr alrededor de mi corazón. No exagero, de verdad siento eso. Me encierro en mi habitación simplemente para recordarme que nunca más debo salir de allí.
¿Por qué no puedo ser una perfección ambulante? Quizás si dijera menos malas palabras. Quizás si cocinara. Quizás si limpiara a diario. Quizás si no tuviera novio. Quizás si rezara más. Quizás si fuera completamente diferente de pies a cabeza, si fuera normal, quizás, solo quizás, no me gritaría.
A veces me gustaría estar "más chapada a la antigua". Me gustaría que me hubiesen educado con el lema "hacer y no contestar" y que me hubiesen obligado a cumplirlo a rajatabla. Me gustaría ser lo que pretenden de mi: una dama del derecho y del revés, que nunca dice nada, que siempre hace mucho, que ni una mínima grosería sale de su boca. ¿Por qué no puedo ser así? ¿Por qué siempre tengo algo para decir y nada para hacer? ¿Por qué mierda me cuesta tanto cerrar la boca?
Tendría que cambiar, pero no quiero hacerlo. No, porque así soy yo. Siempre fui así, todo lo contrario a sus expectativas. ¿Y saben algo? Me gusta ser como soy. Pero me decepciona el simple hecho de que todo lo que hago jamás es suficiente.


                                                  "Quisiera dormir, quisiera hacerme valer,
                                                    encontrarle solución a todo..."