People change, feelings change. It doesn't mean that the love once shared wasn't true and real. It simply just means that sometimes when people grow, they grow apart.
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Escritora desde que aprendí a posar el lápiz sobre el papel. Completamente indecisa. Poseedora de una mente peligrosamente abierta. Inteligente, con un ego filoso y un humor ácido. Todos los días intento ser una mejor versión de mí misma.

Apuntes de las 23:30

Negación- IraNegociación- Depresión-  Aceptación. --> ?

Negación-depresión. Ira, mucha. (Y también algo de envidia) Luego, intentar negociar. Aceptar, jamás. 

Quiero escribir algo pero no sé qué. No me sale. No puedo. Siento una especie de presión en el pecho (angustia le dicen) y quisiera expresarla en palabras pero se me va todo de la cabeza cuando lo intento. Escribo oraciones al azar y las borro instantáneamente. Dudo de la certeza de los sustantivos, de los sinónimos, de los verbos y hasta de mis propios sentimientos, de mis propias emociones.
Me gustaría esconderme, aunque sea solo por esta noche, en tus brazos una vez más. No sé, pero quisiera perderme en tus ojitos grandes otra vez. Pero no. Y no quiero llorar por eso. El amor no se mendiga. Me cuesta aplicar esa frase tan sabida en el plano de lo práctico, pero pienso que de tanto repetirla en lo teórico, quizás algo de efectuación en la realidad llegue a tener.
La semana pasada me habías invitado a almorzar el domingo. Me ilusioné tanto, como era de esperar, y todo se fue al carajo casi tan rápido como había empezado a subir. Eso también era esperable, por supuesto. Ya casi que me voy acostumbrando a esta suerte que no es mala ni es buena, suerte que simplemente existe, que está y me hace y deshace a su regalada gana.
Lo primero que hiciste, luego de decirme "Hola", fue preguntarme "¿Cuándo vas a volver a estar de novia?". Me pareció tan estúpido y humillante que pensé que me iba a largar a llorar en ese preciso instante. Pero todavía no era el momento para eso. Claro que no. Llorar quedó para después, cuando me dijiste que volvías con esa piba tan perfecta para los ojos tuyos y del resto. Llorar quedó para después de que cortaste el teléfono y, ebria una vez más, volví a marcar tu número. Llorar quedó para después, cuando ya la angustia no me dejaba respirar. Llorar quedó para las horas que siguieron, para las noches y los días que vinieron después. Llorar quedó para esos ratitos en los que me doy cuenta otra vez de mi lugar en el mundo y no quiero otra cosa más que romper todo o desaparecer. Llorar quedó para las horas antes de dormirme.
Sin embargo, hay días y momentos en los que quiero llorar pero no puedo. Tal como cuando quiero escribir y no me sale. Es algo que tengo adentro, bien adentro, que me carcome el alma y me consume la vida, pero no puedo expresar, no puedo sacar para afuera. Y a la noche, cuando inconscientemente hago un repaso mental del día y la cabeza entra a disparar para todos lados, sin querer ni esperarlo, empiezo a llorar y no entiendo por qué. Y me digo que no, que para qué, que no es el momento, que ya está, que no pasa nada, que la vida sigue, y que, y que, y que... Después tengo pesadillas horribles. Algunas tienen que ver con esto, con vos, conmigo, por supuesto. Otras, desatan mis miedos más profundos, mis secretos más oscuros, mis vivencias más duras (de las que aún quedan heridas que no puedo sanar.) Y hay veces que creo que no puedo. Y necesito un escape, una salida, pero miro para todos lados y no hay nadie. Ya no hay nadie. Y como no encuentro personas, empiezo a buscar cosas. Y las uso, las quiero, las quiebro y las tiro. Igual que hago después con la gente, la poca gente que logro reclutar para un pequeño momento de falsa paz. Quizás por eso luego huyen despavoridas ante tanta sinceridad bestial. Pero después, si no les decís la verdad de frente, si no vas con la posta, tienen el atrevimiento de ofenderse. No sé. Yo cada vez entiendo menos cosas y a menos gente. Solo sé que esta es una de esas noches en las que quiero llorar y no puedo. Y tengo la mirada cansada, pero realmente no sé si tengo sueño. Y nadie me espera, por supuesto. Nadie se mantiene en vigilia para ver si estoy bien, si aún vivo o estoy simplemente existiendo, respirando y haciendo las cosas por inercia. Pero cuando todas las luces se apaguen y no haya nadie en el pasillo, casi puedo asegurar que voy a escuchar mis propios pasitos perdidos yendo a donde me aguarda la botella llena.